Mi historia comienza a los tres años, cuando sufrí una crisis epiléptica. Mis padres, sin saber qué hacer, me llevaron de urgencia al hospital de Ronda. Desde entonces, hasta los trece o catorce años, la epilepsia fue parte de mi vida.
A los diez años, sufrí otro ataque epiléptico en la playa que casi me cuesta la vida, ya que estuve a punto de ahogarme.
Algunos años más tarde, al desarrollarme, la epilepsia desapareció.
A los dos años de haber superado la epilepsia, empecé a notar que no podía caminar bien. Mi pierna realizaba movimientos extraños y no lograba andar correctamente. Como no sabía lo que ocurría, me sometieron a una operación en Málaga, en el hospital Carlos Haya, por un supuesto quiste en la médula. La operación fue un éxito, pero los síntomas persistieron.

El neurólogo que me trataba no sabía cuál era la causa, así que mis padres buscaron un especialista en Sevilla. Este neurólogo sugirió algunas pruebas, y finalmente me diagnosticaron Parkinson juvenil a los 15 años. Me recetaron el tratamiento habitual con levodopa (Sinnemet), y mejoré considerablemente, hasta el punto de sentirme bien. Sin embargo, tras años de tomar la medicación, desarrollé dependencia.
Con el tiempo, necesitaba tomar Sinnemet con mayor frecuencia, hasta llegar a ingerirlo cada hora. Aunque me propusieron una operación mucho antes, el miedo me impidió aceptarla. Finalmente, tras dos años, decidí operarme. La cirugía salió bien y salí del hospital andando, aunque con ciertas dificultades. Pero al volver a tomar el Sinnemet en casa, sufrí una crisis severa que me llevó de nuevo al hospital de Ronda. Allí me sedaron, lo cual resultó ser una decisión peligrosa debido a la operación reciente, ya que podía haber caído en coma. Afortunadamente, no ocurrió, pero desconectaron el estimulador cerebral.
Pasé un tiempo con el estimulador implantado pero desconectado, dependiendo nuevamente del Sinnemet. Eventualmente, me ingresaron para regular la medicación y decidieron retirármela por completo. A partir de ese momento, dejé de andar y hablar con claridad. Me dieron el alta sin poder caminar, y así estuve casi dos años. Ahora he vuelto a caminar, aunque no completamente bien, pero sigo mejorando.
Mis padres me llevaron a otro neurólogo en Sevilla, quien me recetó un tratamiento que ha dado buenos resultados y me ha permitido volver a caminar. Antes de la operación sufrí dos caídas: una en casa, de noche, donde me rompí la rodilla, y otra en la puerta de casa, en un escalón, fracturándome la tibia y el peroné.
Actualmente tengo 38 años, camino todos los días, mañana y tarde, y tengo sesiones de fisioterapia que me están ayudando mucho.
Esta es mi historia.
Hay historias que te cuentan y no puedes llegar a creer. La protagonista de esta historia es real y todo un ejemplo de resiliencia, valor, constancia y esperanza. Para mi la persona más joven que conozco diagnosticada de Párkinson de inicio temprano y me parece increíble pero es la realidad y no debería resultarnos extraño, porque sucede.
He respetado su anonimato porqué así me lo ha pedido.
Añadir comentario
Comentarios
Gracias Marta, porque historias como esta, hacen que veamos que en el mundo hay personas con fuerza y valentía.
No somos los únicos que padecemos la enfermedad, tampoco vamos a dar las gracias por tenerla. Pero si tener en cuenta, que estamos en la misma batalla y que hay auténticas guerreras y heroínas .
Que gran ejemplo de vida eres amiga, te propusiste poder volver a caminar y lo has conseguido, eres una luchadora nata...Con todo lo que has pasado y en ningun momento te has rendido, sigue así dando lecciones a todos nosotros, un beso amiga