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En Neverstopmoving_pk encontrarás un enfoque único para afrontar la enfermedad. Creemos en la capacidad de transformación mediante la comprensión y el empoderamiento personal. Acompáñanos en este viaje de descubrimiento y bienestar.

¿Aumentar la Actividad o Disminuir la Inactividad? La Importancia de Estimular las 5 Capacidades Físicas para Mantenerse Saludable y Energético

Cuando pensamos en mantenernos en forma, es fácil caer en la idea de que debemos exigirnos al máximo con entrenamientos intensos todos los días. Sin embargo, la verdad es que mantener la salud física y la vitalidad no requiere ejercicio de alta intensidad constante . A veces, la pregunta más importante no es cuánto entrenamos, sino cuánto nos movemos, o mejor dicho, cuánto evitamos quedarnos quietos. La clave está en estimular nuestras cinco capacidades físicas fundamentales: fuerza, resistencia, equilibrio, movilidad y coordinación.

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Si Eras Idiota Antes y te Diagnostican Párkinson, Ahora Serás Idiota con Párkinson

Por crudo que suene el título, a veces es necesario abrir bien los ojos para entender ciertos aspectos de la realidad de la vida con una enfermedad crónica como el párkinson. No, la enfermedad no nos convierte automáticamente en personas mejores ni nos otorga una especie de "halo de bondad". La enfermedad nos une, sí, pero la identidad de cada uno permanece intacta, con sus virtudes y sus defectos.

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Discinesias en la Enfermedad de Párkinson: Diferencias con Temblores y Distonía, Tipos, Tratamientos y Mi Experiencia Personal

La enfermedad de Párkinson no solo se caracteriza por los temblores, la lentitud de movimientos (bradicinesia) o la rigidez, sino también por movimientos involuntarios más complejos como la discinesia y la distonía. Estas dos manifestaciones, junto con los temblores, suelen confundirse, pero cada una tiene causas y tratamientos distintos. En este artículo, te explico en detalle las diferencias entre discinesia, distonía y temblor, los tipos de discinesias, sus tratamientos, y compartiré mi propia experiencia personal enfrentando estas condiciones.

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El Reto de Obtener el Reconocimiento de Incapacidad Laboral con Párkinson

El diagnóstico de Párkinson joven puede ser abrumador en muchos sentidos, y uno de los retos más complejos y a menudo invisibles es el proceso para obtener el reconocimiento de incapacidad laboral. Las personas afectadas por esta enfermedad neurodegenerativa, aunque jóvenes, debemos enfrentarnos a una serie de barreras burocráticas, sociales y emocionales para obtener los derechos laborales que nos corresponden. En este artículo, explico las dificultades que enfrentan quienes buscan este reconocimiento, la diferencia entre incapacidad y discapacidad, y los distintos tipos de incapacidad laboral, como la incapacidad permanente y la incapacidad absoluta, así como las implicaciones de estos conceptos en la vida de una persona con Párkinson.

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El Síndrome de Ojo Seco en la Vida con Párkinson: mi Experiencia

Cuando vives con párkinson, aprendes a lidiar con muchas cosas. Cada día es una lección en adaptarse, en buscar maneras de mantener tu calidad de vida frente a desafíos inesperados. Uno de esos desafíos, en mi caso, ha sido el síndrome de ojo seco. Aunque pueda parecer un problema menor frente a los síntomas más conocidos del párkinson, quienes lo sufrimos sabemos que puede afectar profundamente nuestra rutina y bienestar.

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Escritura Terapéutica: Un Refugio para la Mente y el Corazón en el Párkinson

El temblor, la rigidez y los problemas de movilidad pueden hacer que nos sintamos aislados y desbordados por la incertidumbre. En este contexto, buscar herramientas que nos ayuden a gestionar nuestras emociones y pensamientos es fundamental. La escritura terapéutica se ha convertido en una de esas herramientas poderosas para muchos pacientes, ofreciendo un espacio donde reflexionar, liberar tensiones y encontrar un poco de paz interior.

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Un Diagnóstico Tardío: Mi Historia Con El Párkinson De Inicio Temprano (Anónimo)

Todo empezó con pequeños cambios. Tenía 38 años, una carrera estable y una vida activa, cuando empecé a notar ciertas rarezas en mi cuerpo. Al principio fue la mano izquierda: sin razón aparente, comenzaba a temblar en momentos de descanso. No le di mucha importancia; pensé que quizás era estrés o el cansancio acumulado de largas jornadas laborales y de cuidar a mis hijos pequeños. Pero después vino el dolor en el hombro, como una rigidez que no cedía. Luego, la escritura se me hacía más difícil; las letras parecían encogerse en la página. Fue entonces cuando me di cuenta de que algo no estaba bien.

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Entendiendo el Párkinson como una Enfermedad Crónica Controlable, por Marco Serrabulho

Esta es mi perspectiva hoy. Me llamo Marco Serrabulho, tengo 51 años y he vivido con párkinson durante 17 años. Mi historia comenzó en 2007, cuando mi pulgar empezó a temblar cada vez que me relajaba en el sofá. Recuerdo que mi segundo hijo estaba a punto de nacer en unos meses, así que lo dejé pasar. Después del nacimiento de Miguel en 2008, programé una cita con un neurólogo, quien me observó y me dijo que no me preocupara, que probablemente se trataba de estrés por convertirme en padre y mi trabajo en la escuela. Me recetó medicación para la ansiedad y me pidió que regresara en dos meses. Así lo hice, pero los síntomas no cambiaron. Me ordenó más pruebas, incluyendo una electromiografía, de la cual recuerdo salir sintiéndome muy mal, aunque el técnico me tranquilizó diciendo que no me preocupara, que era demasiado joven para tener párkinson. Tenía 34 años. Al volver con los resultados, mi neuróloga me aseguró que probablemente no era nada serio, pero quería que viera a un colega especializado en trastornos del movimiento. 

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El Papel del Cuidador y la Familia en la Vida de Personas con Párkinson: Un Soporte Clave para los Jóvenes Diagnosticados

Cuando pensamos en el párkinson, es común imaginarlo como una enfermedad que afecta principalmente a personas mayores. Sin embargo, cada vez más personas jóvenes reciben este diagnóstico, lo que plantea desafíos únicos no solo para quienes lo padecen, sino también para sus familias y cuidadores. Para muchos jóvenes con párkinson, el sentimiento de convertirse en una "carga" para sus seres queridos puede ser abrumador. En este contexto, la comprensión, apoyo y comunicación dentro de la familia juegan un papel clave para la salud emocional y el bienestar del paciente.

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La Propiocepción en la Enfermedad de Párkinson: ¿Qué es y cómo mejorarla?

La propiocepción es la capacidad del cuerpo para percibir la posición y el movimiento de las articulaciones y músculos sin necesidad de verlos. Esta habilidad permite, por ejemplo, que sepamos dónde está nuestra mano aunque tengamos los ojos cerrados. Sin embargo, en personas con la enfermedad de Párkinson, la propiocepción puede estar alterada, afectando su equilibrio, coordinación y control motor. A continuación, te explico cómo se ve afectada y algunas recomendaciones prácticas para mejorarla.

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Sofía y el Arte de Resurgir: Cuando la Vida Suma Desafíos al Párkinson

Sofía llevaba años conviviendo con el Parkinson. Ya no era algo nuevo en su vida; había aprendido a reconocer los síntomas, a sobrellevarlos y a adaptarse. Había aceptado su diagnóstico con una valentía que sorprendía a muchos, aunque para ella era simplemente la única opción. Pero lo que nunca había previsto era que, además de su enfermedad, la vida podría añadirle otros problemas, desavenencias y desafíos que no tenían nada que ver con el Parkinson.

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Acerca de mi

Me llamo Marta, tengo 54 años, y aunque a veces cuesta creerlo, llevo casi una década conviviendo con el párkinson. Todo empezó cuando tenía 45 años, una edad en la que jamás imaginé que algo así me pasaría. A esa edad era una mujer llena de energía, deportista, optimista por naturaleza, siempre moviéndome entre el trabajo, mi familia y mis entrenamientos. Me encantaba correr, hacer deporte y nadar. Mi vida estaba llena de planes, de proyectos, y pensaba que la salud sería algo que me acompañaría siempre, o al menos durante mucho más tiempo.

El primer síntoma fue algo tan sutil que lo ignoré: un leve temblor en mi mano izquierda. Al principio pensé que era el estrés, el ritmo de vida tan agitado que llevaba, o quizá alguna lesión menor de las que a veces se sufren sin darse cuenta. Pero con el tiempo, el temblor no se fue, al contrario, empezó a intensificarse, sobre todo cuando intentaba estar quieta o relajada. También noté que mis movimientos eran más torpes, que me costaba más escribir o cepillarme los dientes pero seguía pensando que sería pasajero.

Hasta que llegó el día en que decidí enfrentar la realidad y fui al médico. Tras una serie de pruebas, el diagnóstico cayó como una losa: párkinson. Recuerdo sentir una mezcla de incredulidad, miedo y, curiosamente, un poco de alivio, porque finalmente tenía una explicación para lo que me estaba ocurriendo. A pesar de eso, no podía dejar de pensar: "¿Párkinson? Pero si solo tengo 45 años, esto le pasa a la gente mayor, no a alguien como yo que no para y se cuida". Sin embargo, el párkinson no tiene edad. El mío era lo que se conoce como Parkinson "de inicio temprano".

El primer impacto fue duro. No por la enfermedad en sí, sino por la incertidumbre de no saber cómo afectaría mi vida. Me preguntaba si podría seguir practicando deporte, si mi independencia se vería comprometida, si mis hijos y mi marido tendrían que convertirse en mis cuidadores antes de lo previsto. Hubo días en que me dejé llevar por la tristeza, cuando la rigidez en mis músculos me recordaba que había algo dentro de mí que no tenía cura. Pero esos momentos no duraban mucho, porque, como siempre me he considerado una persona optimista, decidí que el párkinson no me iba a quitar lo que soy.

Me aferré al deporte como a una tabla de salvación. Seguí entrenando, aunque algunos días el cuerpo no respondía igual. Adapté mis entrenamientos, con la ayuda de fisioterapeutas y entrenadores especializados, pero nunca dejé de moverme.

Comencé a ayudar a otras personas como yo con el ejercicio, que ha sido siempre mi aliado, me ayuda a mantener la flexibilidad, la fuerza y, lo más importante, me recuerda que aún tengo control sobre mi cuerpo. Claro que ya no puedo rendir como antes, pero no se trata de eso. Para mí, cada paso que doy es una pequeña victoria.

El párkinson me ha enseñado algo valioso: a vivir en el presente. Antes de la enfermedad, siempre estaba mirando hacia el futuro, haciendo planes. Ahora valoro lo que tengo en este momento, cada día que me siento bien es un regalo. No quiero mentir, hay días malos, días en los que siento que el temblor y la rigidez me roban parte de mi energía, pero trato de no dejar que esos días definan mi vida. Afortunadamente, el párkinson no ha tocado mi espíritu, mi sentido del humor sigue intacto, y aunque a veces necesito más tiempo para hacer cosas que antes hacía con facilidad, me sigo sintiendo capaz.

Mi familia ha sido fundamental en todo esto. Mi marido, mis hijos, mis amigos, todos han aprendido conmigo lo que significa vivir con párkinson. Nunca me he sentido sola, ni siquiera en los momentos más duros. No me ven como una enferma, sino como la Marta de siempre, la que se ríe con ellos, la que hace bromas sobre sí misma cuando algo no sale como esperaba. Ellos me han enseñado a aceptar ayuda sin sentirme débil.

En estos nueve años, he aprendido que el párkinson no me define. Soy Marta, una mujer de 54 años, optimista, luchadora, amante del deporte y la naturaleza, y también una mujer con párkinson. El diagnóstico fue solo una parte de mi vida, no el fin de ella. He descubierto que la resiliencia es algo que no sabía que tenía, pero que está ahí, dándome fuerza todos los días. Y si algo me ha enseñado esta enfermedad, es que siempre hay una manera de seguir adelante, de encontrar la luz en la sombra.